Innovación, transformación y otros monstruos
El reto de priorizar iniciativas e inversiones en un entorno corporativo
Dos iniciativas, una considerada innovación disruptiva y la otra transformación digital.
Una nació de necesidades del usuario y la otra es una evolución de mercado, nace de una necesidad comercial.
Ambas en etapas similares del product journey, ambas compitiendo por el mismo usuario, por el mismo early adopter.
Estamos en una organización que fomenta la competencia interna y permite que gane el mejor de manera orgánica o una organización que no enfoca esfuerzos para maximizar los resultados?
Que ruta tomas? Que gane el mejor o enfocas los esfuerzos y recursos?
El presupuesto cada vez es más reducido y exigen resultados más ambiciosos de ambas iniciativas.
No puedes hacer sinergias con la otra iniciativa porque “van a distintos mercados y limita el potencial de crecimiento de ambos”.
Ya no puedes ir por el mismo usuario, el terreno se empieza a delimitar con una línea imaginaria y ahora, el usuario para que el diseñaste le “pertenece” a la otra iniciativa.
El mercado cada vez se está agitando más, aparecen nuevos competidores con soluciones similares pero con estrategias agresivas de crecimiento.
¿Qué haces?
Innovación no es transformación, pero la transformación puede convertirse en innovación.
La transformación es un proceso que ayuda a cambiar la forma de pensar en las organizaciones y eso, a su vez, hace que aparezcan iniciativas impensadas, que pueden romper paradigmas del pasado y desarrollarse de manera orgánica en la organización.
Innovación, por más atractivo que suene, puede llegar a ser un transplante de órgano rechazado por el cuerpo. Por más atractivo que sea la iniciativa, si la organización lo rechaza, éste está destinado al fracaso.
Innovar no es un mandato y no ocurre de un día para otro, por más consultores y equipos externos que traigas a la mesa. La innovación es parte de un proceso transformación cultural.
¿Entonces, innovación o transformación?
Ambos te llevarán al mismo destino pero la velocidad con la que se aplica mucho depende del contexto de la empresa.
Pueden pasar varios años para ver resultados positivos, pero es justamente en ese proceso de errores y aprendizajes donde se va formando la nueva forma de pensar, y ese es cambio más importante.
Si los equipos tienen espacio para equivocarse y sobretodo aprender, ganarán confianza, tendrán mayor compromiso y la responsabilidad para superar expectativas en una siguiente iteración.
Y mientras más personas se involucren en el proceso, más eficiente será el cambio, ya que el cambio no llegará cómo un mandato, sino como consecuencia de una serie de acciones que se fueron tomando en el camino.
Pero llegará el momento en que tarde o temprano, se tienen que tomar decisiones para cambiar la velocidad y asumir un poco más de riesgo para seguir aprendiendo y creciendo pero a otra escala.
Identificar y ejecutar esos cambios de velocidad es quizás la tarea más importante ( y la más difícil ) para los líderes de la organización.
De lo contrario, la organización se quedará en una zona de confort muy atractiva donde parece que estás innovando, pero a una velocidad tan lenta, que realmente ya no estás avanzando.
El primero en llegar no siempre es el que gana. Ganará el que más aprende y sabe reincorporar esos aprendizajes en su proceso de cambio. Y en cada iteración, en cada cambio de velocidad, estará un paso más cerca del éxito impensado.
¡Por más errores y aprendizajes!